domingo, 31 de marzo de 2013

Mollendo

Hace unas semanas me encontré en Arequipa. La PUCP estaba organizando la Escuela Latinoamericana de Física de Altas Energías del CERN en esa ciudad, y me contrató como Discussion Leader. Fue una chamba muy intensa, pero me motivó a aprender temas algo lejanos para mi, como cosmología, QCD en colliders, y estadística aplicada a las altas energías. Al final, ¡creo que yo aprendí más de lo que cualquier alumno de la escuela podría haber aprendido!

La escuela duró dos semanas, con dos breaks de medio día, y la infaltable excursión (a los físicos nos encantan las excursiones). Teníamos dos opciones: una visita relámpago al cañón del Colca, o un viaje a la playa de Mollendo. La verdad es que me hubiera gustado mucho volver al Colca, pero el tour implicaba levantarse a las 3:00 am, y me pareció demasiado estresante. Escogí la playa.

Fuimos un grupo bastante pequeño, unas veinte personas en total, evidentemente la gran mayoría quería ver el Colca. Salimos en bus, y luego de dos horas y media de viaje, llegamos a la playa.

De Mollendo no hay mucho que decir, el pueblo parecía muy bonito, pero lo vimos poco, realmente pasamos la mayor parte del tiempo en la misma playa. La playa estuvo simpática, pero vamos, como cualquiera del Pacífico.

Tal vez lo que más llame la atención en la playa de Mollendo sea una construcción que se encuentra sobre un peñasco en la mitad de la playa. Era una especie de mezcla entre castillo y palacio, y se veía antiguo. Lamentablemente se veía también algo abandonado, pero desde la misma playa no se veía muy bien en qué estado se encontraba.

Anyway, a la hora del almuerzo nos juntamos todos en un restaurante. Mientras la gente se sentaba, me acerqué un poco más al castillo, para verlo un poco mejor. Vi a un tipo sentado en una banca, y le pregunté: "¿Qué cazzo es ese edificio, encima del peñasco?"

Me respondió, diciéndome que era el Castillo de Mollendo. Que era el orgullo del pueblo, y que era antiguo. "¿Y quién lo construyó?" Ni idea. "¿De qué año es?" Misterio. "¿Se puede subir?" Creo que sí, pero yo nunca he subido.

Pues para ser el orgullo del pueblo, la gente aparentemente no sabía mucho de él.

Mientras hablaba con este tipo, una segunda persona se me acercó. Me preguntó quienes éramos, y qué hacíamos en Mollendo. Le conté sobre la escuela en Arequipa, y se interesó. Nos preguntó si éramos una "delegación internacional," a lo cual no supe qué responder, pero le dije que sí, muchos eran extranjeros, aunque había bastante peruano también. Miró al grupo, me miró a mi, sacó una grabadora, y me preguntó si me podía entrevistar.

Había encontrado al Reportero Estrella de Mollendo.

La verdad, no era muy apropiado que me entreviste a mi. Pero Alberto Gago, el organizador de la escuela, estaba en el restaurante, así que redirigí al reportero hacia él. El reportero se acercó, y no solo lo entrevistó a él, sino también a Luis Álvarez-Gaumé, que también estaba con nosotros, y nos tomó una foto a todo el grupo. Dijo que saldríamos en la versión online de Correo de Arequipa. La verdad, nuestra pinta playera no era la de científicos brillantes, y supongo que es por eso que el artículo aún  no aparece, tres semanas después.

El almuerzo en el restaurante playero estuvo bastante bien, aunque las condiciones higiénicas no eran las mejores. Ahora, antes de contarles lo ocurrido con mi plato, permítanme contextualizar ciertas cosas. A mi varias veces me han ocurrido cosas desagradables en el momento de comer.

Por ejemplo, de niño alguna vez estuve almorzando con mi hermano y mi amigo Walter, y luego de comer pedimos que nos sirvieran plátano con miel. Luego de unos minutos después que lo sirvieran, mi hermano miró su plato y gritó "¡La miel tiene hormigas!". Walter miró su plato, y también gritó "Es cierto, ¡tiene hormigas!". Yo miré mi plato... y descubrí que ya me lo había acabado, teniendo hormigas o no.

Años después, la historia se repitió, con un cono de helado y otros animales que no mencionaré, para no repugnarlos.

Pues nada, en este restaurante me pedí un chicharrón de calamar. La mayoría de extranjeros se pidió un ceviche, naturalmente, así que el chicharrón fue visto como algo bastante exótico para algunos. Le invité un par de chicharrones a los que estaban a mi alrededor, y procedí a "darle curso."



Habiendo ya acabo más de la mitad del plato, noté una manchita negra en uno de ellos. Por alguna extraña razón, decidí mirarla más de cerca y, con espanto, descubrí que esa manchita era un mosquito muerto, fusionado a la masa del chicharrón. Espantoso. Miré el plato más de cerca, y encontré otro chicharrón "enmoscado." Charming. No encontré ningún otro, pero vamos, ya me había comido más de la mitad del plato. La probabilidad de haberme comido un par de moscas en el proceso era alta.

Luego cometí el error de imaginar el estado de la cocina.

¿Qué hacer? ¿Levantar la voz de alarma? Eso sería lo más natural, la mayoría de los presentes no eran peruanos, y su sistema digestivo podría ser tremendamente afectado por las condiciones del restaurante. Pero por otro, ¿cómo no defender el honor de la cocina peruana?

Luego de pensarlo un poco, recordé que comer este tipo de comida alguna vez me había salvado la vida. Así que nada, me quedé callado, escondí los chicharrones contaminados, mantuve la cocina peruana en lo alto, y recé por el estómago del resto. Con suerte, luego de un pequeño sufrimiento, habría contribuido de alguna forma a favor de la evolución del ser humano.

El resto de la excursión estuvo bastante bien. Cumplió con su objetivo: relajar. Un par de horas después, tomamos el bus de vuelta, y estuvimos contentos de ser todos iguales bajo el sol.

Ah, y si quieren saber más sobre la misteriosa construcción sobre el peñasco, descubrí que se llama Castillo Forga, fue construido a inicios del siglo XX por un arequipeño entusiasta de la arquitectura europea, y que estaba completamente abandonado y venido a menos. Lástima. Dicen por ahí que lo quieren restaurar, y hacer un casino. Boh....