sábado, 30 de junio de 2012

Konnichiwa, Nihon!

Pues sucedió. Viajé a Japón.

Los que me conocen bien-bien saben que tengo una fascinación por la cultura e historia japonesa. Por ende, cuando Hayasaka-san me ofreció la oportunidad de viajar a Nagoya para colaborar con él por dos semanas y media, casi me salen lágrimas. Era un pequeño sueño hecho realidad.

El pequeño detalle del viaje era que se daba pocos días después de mi viaje a Lima. Esto significa que me iba de un jet-lag a otro, con un cambio horario de 14 horas. La muerte, oe.

Sabiendo que estaría más tonto de lo normal, decidí hacerme una lista de kanjis útiles, de forma que no tendría problema en llegar a la Nagoya Daigaku desde el aeropuerto. Me busqué todos los kanjis que me podrían servir en esa ruta, desde aquél para el nombre del aeropuerto, hasta aquél para la universidad, incluyendo el de las estaciones de metro en donde tenía que hacer los cambios. Estaba listo para todo.

Excepto, claro, a que me cancelaran el vuelo y me mandaran a Osaka. Yabbai.

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Estar en Japón significa ver máquinas con bebidas energéticas en cada esquina, pero ninguna barra de chocolate ni papitas.

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Mi estimado Suzaki-san fue el encargado de entretenerme en el primer fin de semana. Él estaba encargado de organizar el "Evento Social" en un futuro workshop de física de taus, y aprovechó la oportunidad para darle un vistazo a las cosas que Nagoya tenía para ofrecer.

Mi plan para el sábado incluía visitar el castillo de Nagoya, el teatro Noh, y el museo Tokugawa (con una visita a los jardines). Esto era justamente lo que Suzaki-san tenía pensado para el "Evento Social," así que le vino perfecto acompañarme. Por mí, bien, me parecía excelente tener a un japonés que me explicara lo que estaba viendo.

El problema fue que Suzaki-san, a pesar de haber estado viviendo en Nagoya hacía casi medio año, aparentemente no se había movido fuera de un área con radio de tres kilómetros. Nunca había tomado un bus, y no tenía la más mínima idea de qué había dentro del castillo, o el museo.

No sólo eso. Descubrí que Suzaki-san no tenía un buen sentido de orientación. En serio, dábamos la vuelta a la manzana, y Suzaki-san dejaba de tener la más mínima idea de dónde estábamos. Así de fuerte.

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Estar en Japón significa darse cuenta que los animes de Sailor Moon y demás no exageraban cuando dibujaban a las chicas con faldas ultra-cortas, mostrando piernas aparentemente larguísimas.

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- Ok, compadre. Ya has tenido tres noches aburridas. Esta vez tienes que encontrar a alguien con quien conversar.
- Mira, mira, esa chica está sola. Tiene la banderita de haber pedido comida, así que no parece que esté esperando a alguien.
- ¿Y entonces?
- Pues nada, me acerco, le pregunto si habla inglés, y si habla, pues le propongo que cenemos juntos.
- Dale pues, a ver...

- Sumimasen! Eigo ga wakarimas ka? (Disculpa, ¿hablas inglés?)
- (* Cosas raras en japonés *) (Naranjas, compadre)
- Sumimasen! Nihongo ga wakarimasen! (Disculpa, ¡yo no hablo japonés!)
- Oh... I can try...

- Bien, compadre, yo no sé cómo la chica ha atracado a cenar contigo, pero la cosa está simpática.
- Sí, ¿no?
- Ahora dime cómo demonios vas a llevar a cabo la conversación, ¡si con las justas te puedes comunicar con ella!
- No jorobes, oe, que se esfuerza. Es muy chévere esta chica.
- Ya, ya, ¡pero si ni siquiera sabes su nombre!
- Chesu, es verdad...

- Oh, yes, I forgot to ask, what is your name?
- I'm Yurino.

- Listo.
- Ya, y ahora, ¿cómo vas a hacer para acordarte del nombre?
- Verdad, yo soy bien bestia para esto.
- ¿Cómo se llamaba?
- Yurino.
- Pues, "me orino."
- No mames, güey.
- No jorobes tú, que seguro que así no te olvidas de su nombre nunca.

- Hajimemashite, Yurino-san! (¡Gusto en conocerte, Yurino!)

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Estar en Japón significa que una chica que recién conoces te regale un set de imanes en forma de sushi.

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El trabajo durante la semana era duro. Los japoneses trabajan bastante, y era normal almorzar y cenar en la cafetería de la universidad. Alguna vez vi a algunos quedarse a trabajar toda la noche en la universidad. Ahora, al ser yo gaijin, no me exigían tanto, y por lo menos nunca se quejaron cuando yo fugaba a las 7:00 u 8:00 pm.

De lo que no podía escaparme era de las reuniones de grupo, que se daban dos veces a la semana. Por lo general me gustan este tipo de cosas, pero en este caso, eran en japonés. A pesar que me asignaban un traductor, realmente no me enteraba de nada.

En una de esas reuniones, el chico encargado de traducir me dijo que iban a hablar sobre el Rest Room. "Not the bathroom," me dijo. ¿Qué podía ser este Rest Room? Dos minutos después me enteré. El encargado de la charla empezó a poner fotos de camas, de sillas, de relojes despertadores....

Sí. Estaban hablando sobre implementar un salón de la universidad como habitación. Así, la gente que quería quedarse trabajando toda la noche podía dormir un rato.

Pasu. Me empecé a sentir mal por irme a las 7:00 pm...

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Estar en Japón significa sonreirle a desconocidos en el metro simplemente porque ambos son gaijin.

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Mientras caminaba por Kyoto, camino a la casa de Yoko, me topé con un chico, más o menos de mi edad, parado frente a la entrada del metro, con una mano frente a su cara (como si estuviera rezando), y diciendo cosas raras en japonés, al aire. Me dio mucha curiosidad, pero no logré descifrar qué demonios estaba haciendo.

Más adelante, me encontré con una señora haciendo lo mismo. Luego, al encontrar a Yoko, ella me dijo: "Mira a la abuelita loca." Al darme la vuelta, vi a una señora bastante mayor en la misma posición, igual que el chico y la señora de la vez pasada. Parecía que trataban de invocar algo.

Yoko me dijo que era una especie de culto, algo de lo que no se habla mucho en Japón. Aparentemente, me dijo, este culto tiene bastante llegada, parece que incluso han formado su propio partido político. No obstante, no me engañó. Yo sabía muy bien lo que estaba ocurriendo.

¡Era demasiado obvio! La gente esta estaba invocando al Supremo Satánico Shabranigdu. En cualquier momento, aparecería un círculo alquímico sobre la ciudad, el cielo se oscurecería, la tierra se abriría, y miles de demonios onis empezarían a devorar a los pobres habitantes de Kyoto.

Yoko, en cambio, tendría que correr de regreso a su depa (conmigo en el camino), bajar una palanca secreta y entrar a un pasadizo detrás de su armario. Esto la llevaría a una cámara especial, dentro de la cual podría controlar a un mecha tipo El Vengador, con el cual combatiría los terribles demonios. Por supuesto, en algún momento ocurriría un accidente, ella quedaría inconsciente, y yo me vería obligado a controlar el condenado robot (destruyendo la mitad de la ciudad al hacerlo, por supuesto). Yoko re-aparecería en la escena unos diez capítulos más tarde, esta vez controlando un mecha tipo Afrodita (¿qué otro?).

Um.... Me parece, ¿o acabo de tener un lapsus frikis?
Anyway, no les contaré más de esto, pa no malograrles el final de la serie.

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Estar en Japón significa que una señora escriba su nombre en hiragana, katakana, kanji y romaji en un papel, y que luego su esposo haga una grulla de origami con este y te lo dé de regalo.

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El viaje, lamentablemente, quedó muy corto. Antes que me pudiera dar cuenta, ya estaba de vuelta en el avión. En dos semanas y media, había absorbido la mayor cantidad posible de shinto, anime, nihongo, historia japonesa, calpis, misokatsu, y demás. Me encantó.

Ahora, no podría vivir en ese país, lamentablemente. Y es que si viviera ahí permanentemente, el sitio perdería su magia. Me faltan dedos para contar la cantidad de veces que pasé frente al Colosseo en Roma sin siquiera levantar la mirada. La cotidianidad lamentablemente aniquila el resplandor de las cosas, y lo peor que me podría pasar es volverme indiferente frente a todo esto. Así que lo siento, Japón por turismo, y nada más.

Todo esto lo pensaba mientras estaba en el avión de regreso. Estaba tan distraído, que durante la cena boté el cuchillo al piso. Me di la vuelta, y vi que las azafatas estaban bastante ocupadas, y que pasaría mucho tiempo antes que me trajeran un cuchillo nuevo. Miré mi bandeja, y descubrí un par de hashi frente a mi. Los tomé, y me dije: No problem. Mondai nai.

Creo que la comida me supo mejor así.

jueves, 7 de junio de 2012

Visita Fugaz a Lima

Debido al matriqui de mi estimado amigo JD, decidí visitar Lima una vez más. Encontré un vuelo ultra barato (¡mitad de precio!), así que terminé en Lima por una semana. ¿El único problema? Que el itinerario era complicado.

El vuelo barato lo conseguí desde Londres, sería un Londres-Madrid-Lima (y no, si buscaba simplemente Madrid-Lima, el vuelo me salía 200 euros más caro). Salí desde Ginebra el día anterior, y me quedé con Julian una noche allá.

Bueno, decir que me quedé una noche es mucho, ya que mi vuelo salía de Heathrow a las 6:15 am. Ahora, la única forma de llegar al aeropuerto a las 4:00 am sin usar un taxi es tomando el bus nocturno, y al no estar 100% seguros de su eficiencia, decidimos que sería mejor si lo tomaba a las 2:00 am.

Llegué a la estación de bus de Heathrow a las 3:15 am, y luego de caminar un poco, llegué a la Terminal 3, desde donde salía mi vuelo. Grande fue mi sorpresa al descubrir que mi vuelo a Madrid no estaba en la lista de vuelos.

En ese momento, me entró una duda terrible. El vuelo lo había comprado a través de una agencia de viajes en internet que no había escuchado antes: TravelUp. Lo primero que me pasó por la cabeza fue "Cha mare, me estafaron." No obstante, luego de un "¡que no panda el cúnico!", decidí buscar alguna oficina de información donde me pudieran orientar. Labor difícil, claro, siendo las 3:30 am.

Luego de no encontrar a ni un alma despierta en el aeropuerto, decidí explorar las otras terminales, a ver si había ocurrido algún error en mi ticket electrónico. Corrí de vuelta a la estación de autobús, desde donde podía llegar a la Terminal 1. En el camino, encontré una lista que me indicaba qué aerolíneas salían de qué terminal, y descubrí que Iberia salía desde la Terminal 5. Genial.

Subí a la estación de bus para ir a la Terminal 5 (quedaba a 10 minutos), cuando en eso encontré una oficina de información abierta. No había nadie en ese momento, pero decidí esperar. Si me iba a la Terminal 5, y luego descubría que mi vuelo salía de otro lado, lo perdería, seguro seguro. Mi inseguridad aumentó cuando leí en la misma oficina que los vuelos de Iberia salían de la Terminal 3. Cosa que, evidentemente, no era cierta.

Con la desesperación en aumento, decidí buscar algún acceso a internet, y afortunadamente lo encontré. Busqué en la página web del aeropuerto, ¡y sí! ¡El vuelo salía de la Terminal 5! ¡A tomar el bus!

Del vuelo a Madrid no recuerdo mucho, lo dormí al 100%. El vuelo a Lima tampoco tuvo ninguna eventualidad, me senté al costado de un pescador gallego, que iba a Lima pa' tomar un barco y pescar pez espada en alta mar por cuatro meses. Era muy amable, pero no hablaba mucho. Me imagino que si uno se pasa cuatro meses en un barco sin ver más que a la misma gente, las habilidades sociales tienden a disminuir.

La estancia en Lima fue genial, pero muy corta. Pasó de todo, el matri genial, ocurrieron los típicos encuentros con los amigos de siempre, y atípicos encuentros con amigos inesperados. Muy, pero muy bien. Lamentablemente todo muy corto, y una semana después tomé mi vuelo de vuelta a Ginebra.

El vuelo a Madrid fue curioso. Me senté al lado de la típica abuelita peruana, que luego descubrí que estaba yendo a Ginebra a visitar a su nieta. Yo le dije que era una casualidad, que yo también vivía en Ginebra. Ella procedió a contarme que tenía otro nieto, que vivía en Valencia.

La coincidencia fue increíble. Su nieto vivía en Burjassot, y estaba por mudarse al barrio de Ruzafa. La señora había estado ahí en plenas Fallas, y seguro que habíamos coincidido en alguna Mascletà. La nieta, por su lado, trabajaba en la OIT, en Ginebra, aunque vivía en Francia.

Yo, con un poco de miedo, le pregunté si tenía algún nieto viviendo en Roma. ¡Si me respondía afirmativamente, me lanzaba del avión! Pero no, tenía una nieta más que vivía en Oviedo, y ya está. Claro, el miedo regresó cuando descubrí que la primera nieta había estudiado en Cambridge. ¡Demasiadas coincidencias, esta señora y sus nietos seguro me estaban stalkeando!


Al final, el viaje se redujo a la señora contándome la vida de sus nietos. Sí, en efecto, tuve a la señora hablándome de ellos por diez horas, literalmente. Muy linda la señora, pero hubo un momento en que casi me muero.

Los viajes posteriores no los recuerdo, los dormí todos. Tanto fue el cansancio del viaje inicial, la estancia en Lima, y el viaje final, ¡que al llegar a Ginebra terminé durmiendo por unas 14 horas! ¡Nunca antes me había ocurrido algo así!

Anyway, los dejo por ahora, mis estimados. Les cuento que me encuentro en Nagoya, estaré acá por unas dos semanas y media, por motivos de chamba. Seguro tendré alguna anécdota del viaje a mi regreso, ¡será hasta entonces!